Un día en el camino II
...tras levantarme del pequeño traspié, quitarme el polvo y mirar hacia el lorenzo el cual pegaba de lo lindo, me senté a pensar.
La poca agua que ya tenía estaba caldosa. Lo mejor era volver al camino y buscar de nuevo las señales, lo malo que tenía que buscar ahora el camino, cosa que me costó porque el paisaje que veía mis ojos era diferente al que vieron cuando iban en la dirección contraria.
Tras andar un buen rato localicé la dichosa subida, la cual ahora era bajada y ahí estaba la señal, nuevamente me mosquee conmigo, si no hubiese subido esa cuesta mirando al suelo no habría estado casi dos horas perdido, pero bueno me perdoné tambien pronto y ya un poco más tranquilo me tomé otras ciruelas que al estar dentro del macuto, por lo menos no estaban como el agua.
El sol ya estaba muy alto, yo que no suelo sudar mucho, me caían chorros de sudor por todos los lados. Las últimas gotas de agua me las eché por la cabeza; me tropecé con varios riachuelos y caí en la tentación de beber de ellos, a pesar de que la mayoría de ellos eran aguas cristalinas pienso que me debió sentar mal.
Las últimas subidas se me hicieron interminables, porque todo encima era subida, soñaba con una buena jarra de cerveza bien fría y no pensaba en otra cosa que la lado del monasterio hubiese un bar.
Llegué a San Juan de la Peña después de ocho horas de salir de Jaca y bajo un sol de justicia. Si no me hubiese desviado para ver el monasterio, hubiera llegado a mi destino en cuatro horas, pero mereció la pena, está enclavado en un paraje expectacular, como todos los monasterios.
En el chiringuito de arriba me tomé dos latas de cervezas seguidas. No tenia ganas de comer, estaba rendido, me tumbé en una sombra y me dormí durante casi dos horas. Al despertarme me preparé el bocata de sardinas con tomate. Seguía hecho una piltrafa. Al pasar otra vez por el monasterio viejo se me quitaron las ganas de conocerlo por dentro, estaba hasta arriba de turistas y yo no tenía el cuerpo para masificaciones, tras ocho horas solo, como que no asimilaba ver tanta gente.
Bajando hacia Santa Cruz de Seros, vomité un par de veces. Lo que quedaba de mi llegó a Santa Cilia de Jaca con el estomago en pleno centrifugado y cansado, muy cansado.
Tras una ducha y caer rendido en un sofá del albergue, me aventuré a tomar unos macarrones, pero sin tomate, que me ofrecieron amablemente otros peregrinos. Ya un poco mejor antes de dormirme me fui a dar una vuelta por el pueblo pensando en la etapa de hoy. A pesar de haber sido muy dura y haberme perdido, disfrute a tope y estaba agusto conmigo mismo. Al final me tomé un orujo que fue el que me puso el estomago en su sitio.
Bueno y eso es todo.
Maktub.
La poca agua que ya tenía estaba caldosa. Lo mejor era volver al camino y buscar de nuevo las señales, lo malo que tenía que buscar ahora el camino, cosa que me costó porque el paisaje que veía mis ojos era diferente al que vieron cuando iban en la dirección contraria.
Tras andar un buen rato localicé la dichosa subida, la cual ahora era bajada y ahí estaba la señal, nuevamente me mosquee conmigo, si no hubiese subido esa cuesta mirando al suelo no habría estado casi dos horas perdido, pero bueno me perdoné tambien pronto y ya un poco más tranquilo me tomé otras ciruelas que al estar dentro del macuto, por lo menos no estaban como el agua.
El sol ya estaba muy alto, yo que no suelo sudar mucho, me caían chorros de sudor por todos los lados. Las últimas gotas de agua me las eché por la cabeza; me tropecé con varios riachuelos y caí en la tentación de beber de ellos, a pesar de que la mayoría de ellos eran aguas cristalinas pienso que me debió sentar mal.
Las últimas subidas se me hicieron interminables, porque todo encima era subida, soñaba con una buena jarra de cerveza bien fría y no pensaba en otra cosa que la lado del monasterio hubiese un bar.
Llegué a San Juan de la Peña después de ocho horas de salir de Jaca y bajo un sol de justicia. Si no me hubiese desviado para ver el monasterio, hubiera llegado a mi destino en cuatro horas, pero mereció la pena, está enclavado en un paraje expectacular, como todos los monasterios.
En el chiringuito de arriba me tomé dos latas de cervezas seguidas. No tenia ganas de comer, estaba rendido, me tumbé en una sombra y me dormí durante casi dos horas. Al despertarme me preparé el bocata de sardinas con tomate. Seguía hecho una piltrafa. Al pasar otra vez por el monasterio viejo se me quitaron las ganas de conocerlo por dentro, estaba hasta arriba de turistas y yo no tenía el cuerpo para masificaciones, tras ocho horas solo, como que no asimilaba ver tanta gente.
Bajando hacia Santa Cruz de Seros, vomité un par de veces. Lo que quedaba de mi llegó a Santa Cilia de Jaca con el estomago en pleno centrifugado y cansado, muy cansado.
Tras una ducha y caer rendido en un sofá del albergue, me aventuré a tomar unos macarrones, pero sin tomate, que me ofrecieron amablemente otros peregrinos. Ya un poco mejor antes de dormirme me fui a dar una vuelta por el pueblo pensando en la etapa de hoy. A pesar de haber sido muy dura y haberme perdido, disfrute a tope y estaba agusto conmigo mismo. Al final me tomé un orujo que fue el que me puso el estomago en su sitio.
Bueno y eso es todo.
Maktub.
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Sergio Monal -
Luna Misteriosa -
Belén -