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Desaires, desánimos, desasosiegos y otras mixtificaciones

Aquellos tiempos

Los juegos de hoy

Viendo el telediario de la dos de ayer comentaban que los niños de hoy prácticamente juegan solos, casi todo el día metidos en sus casas jugando a la consola, conectados a internet, viendo la tele, jugando al ordenador o con los múltiples aparatos eléctricos de última generación. No son sociables, no tienen pandas de amigos/as, a lo sumo un par de amigos para intercambiar juegos. No hay que ser un especialista para saber que esto es malo, a parte del sedentarismo que esto provoca, está como he dicho antes la poca socialización con otras personas y el entorno. Una pena, vamos.

Yo no es que no entrara en casa de pequeño y adolescente, pero si que me tiraba bastante tiempo con mis amigos en la calle y jugabamos a todos los juegos posibles e incluso nos lo inventabamos. Desde los más modositos como las "prendas" o "verdad o consecuencia" (para intentar sacar un beso de tu chica preferida), hasta los más bestias como el "el cinturon", "churro, media manga, mangaentera" o el "palo", pasando por los tradicionales como " el rescate", "la olla", "buldog", "stop", "las chapas y canicas" y el socorrido "escondite" en sus múltiples variedades, incluso tambien jugábamos a la "comba" y a otro juego que no se como se llama pero consistía en hacerse lios con una goma elástica, juegos que pocas veces nos dejaban jugar las chicas y bueno, un largo etcétera. De aquellos años poseo varias marcas y cicatrices a lo largo de todo mi cuerpo, porque además aquí el menda era un trasto. Es una pena que paseando por las calles de Madrid, no vea a nadie jugando a ninguno de estos juegos y se van perdiendo poco a poco.

Circulaba por los emails un correo muy gracioso sobre mi generación y aquellos años de nuestra infancia en la calle, donde venía a explicar lo que aquí intento plasmar, bueno más o menos, si alguien sabe a cual me refiero, me gustaría tenerlo y agradecería que me lo enviara.

Maktub.

La acción

Desde siempre he sido un tipo de pocas palabras, me ha gustado más la acción, no era de esos que teorizaba y daba mil vueltas a las cosas para realizar algo, nunca me gustaron la reuniones. Si había un proyecto o idea, me ponía manos a la obra y luego me reía en mi interior de aquellos que de su boca solo salían proyectos y palabras bonitas pero que al final no arrimaban el hombro a la hora de la verdad o solo se quedaban en iniciativas para lucir su verborrea, si me jodía un poco que luego esos siempre se llevaban la fama, pero bueno, tambien aprendí a tener mi conciencia tranquila, a que me resbalara todo lo que no hicieran los demas y a darme cuenta de que la fama al final no sirve para nada.

Desde los dieciseis años hasta hace relativamente poco colaboraba en la parroquia de mi barrio, entre otras cosas, en las actividades de tiempo libre para los chavales, principalmente en los campamentos de verano. Dedicaba bastante tiempo a preparar todo el material de intendencia para dicha actividad, pero muchísimo tiempo. Llegamos a llevar hasta 220 chavales de campamento. De la nada en medio de la montaña instalabamos toda la infraestructura necesaria para albergar durante quince días toda una pequeña ciudad. Y era matador, muy matador. Mi campamento duraba no solo los quince días, el mio empezaba en abril o antes y terminaba en septiembre o octubre. Si es verdad que me quejaba porque durante todo ese tiempo tan solo tenía la ayuda esporádica de alguna que otra persona, pero la mayor parte del tiempo estaba solo revisando, pintando y preparando para que todo estuviera a punto. Pero a mi me gustaba, me sentía bien realizando dicho trabajo, tomé como acción por los demas el entregarme a dicha labor como antes otras personas se habían preocupado para que yo y otros chavales pudieran tener los únicos quince dias de vacaciones. Solo era un granito de arena, mi pequeña acción y me sentia feliz.

Ahora me levanto cada mañana pensando y recordándome a mi mismo la urgencia de actuar, buscando hacer cosas pequeñas, de momento me va mal.

Maktub.

Mi abuela

Cuando éramos pequeños mi abuela nos contaba historias de miedo y nos asustaba a todos mis hermanos, ella se crió jugando al escondite entre tumbas y nichos, su padre era el administrador del cementerio en la localidad de Derio, en la provincia de Bilbao y supongo que el hecho de haberse criado en un sitio tan triste y sombrío le diera esa tendencia tirando a macabra pero que a todos mis hermanos nos gustaba.

Recuerdo que tenía una especie de bufanda de piel de zorro con su correspondiente cabeza disecada, se ponía de rodillas detrás de la cortina del pasillo y nos llamaba con una voz lúgubre, cagaos de miedo para allá que íbamos dispuestos a quitar su piel de zorro y desenmascararla para saber que tras aquella piel solo se escondía nuestra abuela y no un animal misterioso y tenebroso.

Pero lo que más me gustaba de mi abuela era cuando nos llevaba de paseo a “coger” flores, era toda una aventura, nos solía llevar por la calle Arturo Soria donde existían casas abandonadas con sus correspondientes jardines, algunos de ellos limitando con chales habitados, lugar donde estaban las flores más solicitadas. Nos hacía subir a las tapias, despues de que un día se diera un trompazo por subir ella, para así poder alcanzar las rosas o lilas y más de una vez tuvimos que salir por patas, incluyendo mi abuela. Otra aventura era ir al cementerio aquí en Madrid, mientras que ella rezaba a sus parientes nos mandaba a cada hermano a visitar otras tumbas para coger prestada un par de crisantemos, rosas, calas, claveles o cualquier cosa que tuviera pétalos, siempre respetando los centros de flores para que no se notara mucho, el resultado, la tumba parecía toda una floristería.

En la mesa siempre me sentaba a su lado, yo tenía siempre la manía de probar todo lo que bebía mi abuela con el consentimiento de ella y alguna que otra regañina de mi madre. Creo que se conserva tambien debido a su vermouth antes de las comidas, su copa de vino, su anís y su cubata de la tarde.

Siempre me lo pasé genial junto a mi abuela y todos los recuerdos que tengo de ella son geniales, ahora a sus noventa y tantos años solo espera, espera sentada junto a unas flores y a su copita de Santa Catalina.
Este artículo es para ti, amona.

Maktub